domingo, 13 de enero de 2019

Alisio y el viento

No es raro ver en los pueblos casas que dan como a ninguna parte. Un tejabán se abre al bosque que se desliza suavemente a las montañas cubiertas por árboles y multitud de animales visibles e invisibles.

Alisio tenía no más de 14 años y su mirada era la de un niño al que le urgía dejar de serlo. Había elegido esa mañana de descanso un viejo fresno y bajo sus hojas en forma de gota, veía el paisaje que los circundaba y escuchaba el viento.

De repente el viento silbaba y Alisio trataba de averiguar de donde había salido el sonido. Otro silbido y aguzaba la vista para atinar al árbol donde había golpeado el viento para producir el sonido.

No lo veía. Ponía atención para ver si lograba adivinar donde golpearía la siguiente vez y no daba:

-¿Que color tendrá el viento?- se peguntaba - porque no alcanza a verse o porqué no dejaba verse ¿Que habrá hecho el viento que se esconde y corre y no deja que lo veamos?-

Cerró los ojos y sintió el viento cercano. Pero cuando los abrió se sorprendió porque podía ver su casa desde el aire ¡El viento se los estaba llevando!

Dando marometas pudo distinguir las calles de su pueblo. Los campanarios de las iglesias. Los vecinos en las calles haciendo su vida mientras él giraba y giraba llevado por el viento sobre sus cabezas. Su corazón latía rápido. Sintió un nudo en la garganta y trató de gritar. Una lágrima se le secó rápidamente en la mejilla y alcanzó a sentir la neblina y supo que estaba atravesando una nube.

Ya no podía gritar. Ahora se sentía perdido. Pudo ver pueblo tras pueblo y pasó nube tras nube. Ya se había dado por vencido:
 - ¿Porque no puedo ver el viento? ¿Qué color tendrá? - Cientos de respuestas se agolpaban en su mente - ¿Qué habrá hecho el viento que se esconde y no se deja ver? ¿Porqué pregunté eso? Quizá el viento se enojó porque le pregunté y ahora quiere castogarme- Tuvo miedo
-Ya me voy a morir- pensó - Ni mi mamá ni mi papá se van a dar cuenta de donde quedé-



Eso pensaba y sentía ganas de llorar cuando vió una ciudad. Él no conocía las ciudades pero sabía que era una porque había oído hablar de ellas.  Las torres de las iglesias, que eran muchas, más que en su pueblo, se veían muy cerca y el viento golpeaba contra cada muro de ellas. Sintió que si el viento se estrellaba contra ellas él también podía hacerlo y el golpe le dolería. Así es que hizo cuanto pudo para controlar sus movimientos. Se hizo nudo. Giró en el aire y comenzó a moverse como rana.  Sabía que las ranas no volaban pero creyó que quizá moviéndose como ellas podría controlar lo que le pasaba. Tras unos giros lo logró y pudo ponerse cómodamente de forma que veía el suelo.

Entonces sintió que el viento perdía fuerza y vió que rápidamente se acercaba el piso. Una mancha verde se fue haciendo individual y cada vez más grande y entecerró los ojos. Era un árbol.

Mientras caía alcanzaba a escuchar las platicas de adultos y los gritos de niños que jugaban. Ladraron algunos perros y luego sintió dos o tres golpes secos en su cuerpo y el trinar de algubos sorprendidos pájaros en sus nidos hasta que cayó por las ramas de un árbol.

Cayó bocabajo y cuando levantó la cara pudo ver un perro lanudo que le ladraba. Una cuerda ataba el can a la mano de una niña asombrada:
-¿Quién eres?- preguntó la niña
-Soy Alisio- dijo él mientras se ponía en pie y se sacudía el polvo de la caída
-¿Estás bien? ¿Caíste del cielo? ¿O te caíste del árbol? Pero no estabas ahí antes... -

Y Alisio le contó como había llegado allí.
Ella dijo llamarse Urania y Alisio sintió que era un nombre raro. Pero era más raro que una corriente de viento lo hubiera llevado allí donde estaba. Cuando Urania le preguntó que de donde venía, Alisio no supo responder ni apuntar al lugar.
Así es que Urania le enseñó los puntos cardinales para tratar de ubicar el lugar del que venía o que al menos supiera a donde lo llevaba el viento.

-Mira Alisio- le decía Urania- recuerda el lugar por donde el sol en tu casa. Ahora, haz que tu mano derecha apunte para donde nace el sol todos los días- Alisio hacía como Urania decía - hacía donde está tu rostro es el Norte, a tu espalda quedó el sur y el Este, por donde el sol sale, está a tu derecha-

Alisio recordó que miraba hacía donde salía el sol cuando el viento lo levantó y el viento lo había levantado por la espalda, por lo que el viento venía del oeste y lo llevó hacía donde el sol salía.

Pero de nuevo el viento comenzó a soplar y sintió que iba a caer de frente ante los ladridos del perro de Urania. Manoteó y se aferró a las ramas del árbol. Pero el viento era más fuerte que él:
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