Sepan ustedes que los reyes no fueron tontos. Al menos no todos y entre los primeros que nos
tocaron emitieron reglas de cómo debían hacerse las calles y hacerse las ciudades. Que debía haber dos “repúblicas” una de
indios y otra de españoles. Que en ellas
debía conservarse de la mejor manera posible su forma de gobierno original y
que la de los españoles debía ilustrar a la de los indios en su modo de vivir
cristiano.
El 16 de julio del 2016, en plena inauguración del MIPAM, la lluvia bautizó el nuevo recinto cultural de Jalisco |
Ya sabemos que los corazones humanos mueven siempre a otras cosas y no
siempre ocurrió así. Pero si nos quedó el trazo de algunas ciudades y pueblos
muy cuidados para que se pudiera vivir bien y de buenas según su clima. Acá en Magdalena se hizo cuadrícula y se
dejaron calles angostas respetando los arroyos naturales y calles anchas para
que el sol y aire pudieran darle mejor vista y mayor limpieza para la "república de españoles".
En Magdalena siempre se ha tratado de controlar las fuerzas de la
naturaleza: el aire, el viento, el fuego y la tierra. Es algo inherente al ser humano. Con los años, con la idea de “progreso”, se
trató de controlar los arroyos de temporal de Magdalena y aquellos que eran
permanentes. Todos ellos eran fuentes
que iban a dar vida a la laguna de Magdalena.
Hoy basta la tormenta o una lluvia para soltar de nuevo las compuertas
de aquellas fuerzas que antes le dieron vida al pueblo y que hoy, para muchos,
son estorbo. Así con las primeras
tormentas que descargan en el cerro de Santa María Magdalena o en el Viejo,
saltan de nuevo las fuente primitivas de Potrerillos, el Tepiolole, el
Tempizque, la Raya, las Tarjeas del Agua o el Pile.
Aquellos permanentes del Ojo de Agua y del Tacotal siguen reventando
día y noche marcando los límites de los viejos reinos de la Nueva España y de
la Nueva Galicia. Todas sus aguas se juntaban por allá al sur en un lugar que
por tantos juncos y carrizos le decían “Las Cañas” y que quizá derivó en la
Cañita.
Esos arroyos cuyos nombres están por olvidarse y que dieron nombre a
las calles por donde aún pasan dan testimonio de las palabras de Suarez de
Peralta cuando en 1541 llegó a estas tierras:
“bastante de verdura y flores, apacible y llena de fuentes de agua por donde se vea tiene una gran laguna arrimada al sur que va derecho a Yssatlan y contiene yslas. Por ella van los yndios en balsas grandes hechas de troncos que bajan de las sierras y son tan suficientes y diestros que pueden caber veinte dellos de pie y hay otras con gran embeleso llena de todos los frutos de estas tierra que van y vienen entre ellos para mercar”.
“bastante de verdura y flores, apacible y llena de fuentes de agua por donde se vea tiene una gran laguna arrimada al sur que va derecho a Yssatlan y contiene yslas. Por ella van los yndios en balsas grandes hechas de troncos que bajan de las sierras y son tan suficientes y diestros que pueden caber veinte dellos de pie y hay otras con gran embeleso llena de todos los frutos de estas tierra que van y vienen entre ellos para mercar”.