lunes, 13 de marzo de 2017

Magdalena sabe a canela y piloncillo

Café y gorditas pellizcadas con frijoles refritos coronadas con queso de San Simón (¿Hay de otro?) dieron inicio a mi día en el negocio de mi mamá.  Tengo una encomienda clara y precisa “promover a Magdalena” que se conozca de ella lo bueno a pesar de que a veces ni nosotros mismos lo creamos y hacer que otros vengan a nuestra casa; a nuestras calles; que convivan con nosotros; que prueben todo aquello que nosotros conocemos y sabemos que es bueno.

Nuestro amaneceres y atardeceres; el birote o las bolas dulces por la mañana; desayunar en la Calle México a un lado de la arruinada Casa Colorada vecina de la casa de la Chelona.  Ahí  es probar tacos de ollita, mariscos, tortas ahogadas (no mucho porque no es kosher) barbacoa o birria de esa de la que no se hace igual que en otros lugares de Jalisco.  O cambiar de lugar e irnos a “La Arenita” cuya callecita pintoresca divide La Purísima de “Los Puestos” tan llenos de mi historia familiar.  Allí donde reina la birria y el tequila. 

Magdalena piensa que el amor se refleja en la panza.  Nos puede hacer comer todo el día.  Requeriríamos de casi una semana para dar un recorrido gourmet desayunando, comiendo y cenando en cada uno de los locales que ofrecen comida al lado de la Carretera a Nogales.  Por la tarde se come en casa o en restaurantes.  Los magdalenenses creen que la mejor comida es la del mar y abundan los restaurantes de mariscos. 






El poco tiempo que queda entre la comida y la cena es solo para hacer espacio al café o chocolate acompañado de cortadillo o gachupines.  Tan nuestros.  Esos gachupines que nos han acompañado a despedir a nuestros difuntos o a los vivos cuando viajan.  Las tardes en Magdalena saben a canela, anís y piloncillo gracias a ellos.



Ya sea lunes o martes cualquier día de la semana es bueno para la fiesta en Magdalena.  La decadente banda sinaloense se escuchará por doquiera.   Abrirán sus pequeños bares.  Íntimos. Casi escondidos pero repletos de fiestas densas que nos arrastran a todos.  La fiesta en Magdalena es así fuerte, densa aunque no haya estruendo de música será sentida pero muy familiar.

Magdalena se prueba trago por trago en tequila o cerveza ¿Quién sino los magdalenenses son los reyes de las fiestas? Nuestra relación más íntima con el Paisaje Agavero es su degustación.  Basta un grupo de amigos y un pretexto para hacer fiesta aunque no sea quincena.  Trago a trago, bocado tras bocado, Magdalena apura el tiempo de sus fiestas patronales que no tienen comparación.  Mostremos  lo mejor de Magdalena al mundo.  No es difícil.  Hay poco tiempo para ello. Tan poco como lo que dura un día de fiesta patronal.  Tan poco como la pólvora que colorea el cielo oscuro en septiembre o julio.  Dígamosle al mundo que aquí estamos.

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