domingo, 26 de marzo de 2017

Las pinturas perdidas

Casi todos los templos y conventos del siglo XVI tenían pinturas murales.  Las canteras nunca estuvieron desnudas como acostumbramos verlas  hoy.  Los canteros pensaron  y proyectaron su  obra para verla cubierta de estuco y coloreada.   Magdalena no fue ajena a la pintura mural.  Las naves del templo del Señor Milagroso estuvieron cubiertas de pintura que ha quedado oculta por capas de pintura vínilica tras la ampliación de la segunda mitad del siglo XX. 

El Convento de Acolman guarda aún sus murales en los colores que tuvieron los de Magdalena
  

En 2005 aproximadamente, se decidió enjarrar los muros del Curato adyacentes a la nave del  Templo (por cierto los más antiguos).  Los albañiles comenzaron a tirar el estucado original del Convento. Sobre el enjarre original se habían apilado las capas de pintura del siglo XIX y del siglo XX.  Accidentalmente pude observar  (no sólo yo) que, bajo las capas de pintura aparecían imágenes en blanco y negro correspondientes a pies y vestidos largos enmarcados con líneas azules y rojas.  Alarmado (al fin estudiaba historia) me dirigí a las autoridades eclesiásticas correspondientes.  Me acompañaron.  Vieron los pedazos de enjarre con pintura y ante ellos descubrí con las uñas unos 20 centímetros cuadrados más.  No había duda.  Bajo las capas aparecían unos trazos negros sobre un muro blanco enmarcado con cenefas azules y rojas.  Los pies de lo que parecían frailes o personajes vestidos con ropas largas como túnicas aparecieron claramente.  Nunca escuché la orden de “deténganse”.  Intervine dos o tres veces para que se detuvieran los albañiles y se descubriera al menos una parte de la pintura.  Raspar y al menos fotografiar lo que veíamos.  Silencio total.  Cruce de brazos.  “Vemos luego” y la conversación terminó.   Años después, mientras terminaba un trabajo universitario vi el ejemplar de una visita de la Real Audiencia practicada a Magdalena en 1614:

“El convento es de N(uestro) P(adre) S(a)n Fr(ancis)co y tienen la guarda de la Cura de Almas muy bien hecho de altos y en el patio grande hay una historia de S(an) Ant(oni)o y de La Magd(alen)a la de N(ues)tro S(eño)r o eso se me pareció que son como dibujos de gran tamaño hechos de buena mano y muy de verse”

Vissita del Gobernador de la Real Audiencia de la Nueva Galicia a las fronteras deste Reyno,  UNED, Guadalajara, Jalisco 1967

Había sido testigo de la destrucción de los murales del ex convento de Santa María Magdalena.  Una especie de desolación y de desgano me llevó a olvidarme de mi pueblo natal y lo hice durante un tiempo.   Si las personas designadas para resguardar el Patrimonio Magdalenense (ese que le costó a nuestros abuelos, bisabuelos y tatarabuelos porque ellos fueron quienes lo pagaron de su dinero, con su sudor y a veces con su sangre) no les importaba ¿Porqué había de preocuparme yo?

El Convento Franciscano de Cholula nos muestra un ejemplo de pintura mural.  Es lo más cercano que tenemos a lo que pudo ser el Convento de Santa María Magdalena.



Pero también a mis abuelos, bisabuelos y tatarabuelos obligados a ser católicos, les había costado la manutención del culto en Magdalena.  Así como también a tu abuelo, bisabuelo y tatarabuelo  (si es que eres de Magdalena) Entonces ¿Quién lo debe cuidar? Pues nosotros, los descendientes de aquellos que quisieron hacer de este pueblo una maravilla, un mundo nuevo, un lugar más cómodo para vivir.  El Patrimonio es nuestro.  Son nuestras calles, nuestras casas, nuestros templos.  En ellos vive el alma de Magdalena y solo a nosotros nos queda protegerlo.  El Patrimonio Cultural de Magdalena puede hacernos ricos, de hecho ya lo somos solo que no todos han sido capaces ni han tenido el valor de convertir en desarrollo social y económico la riqueza Patrimonial del Pueblo donde nacimos.

La Catedral de Guadalajara cuando aún estaba enjarrada y coloreada.

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