Coatlicue, la de la falda
de serpientes, la Madre Tierra, barría azarosa los templos de Tollan cuando
sintió que alguien la veía y se sonrojó.
Desde el cielo Tonatiuh,
el Sol Joven la veía prendado de su belleza.
Esa mañana, mientras la veía desde el cielo, Tonatiuh sintió un
impulso natural y de su entrepierna, de su maxtle confeccionado con
plumas de quetzal y de águila, se soltó una viruta de plumas con su semen y
volando, fue a depositarse en el vientre de Coatlicue quién al momento
se sintió preñada.
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Tonatiuh, el Joven Sol ascendente. |
Allí cerca estaban los otros
hijos de Coatlicue: Coyolxauqui, la de los cascabeles en la cara
y Centzonuiznahua, los 400
hermanos. Coyolxauqui notó en los
ojos de su madre el embarazo y se llenó de rabia y de celos. Corrió al lado de Centzonuiznahua y le
contó que tendrían un hermano nuevo.
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Coatlicue, la de la falda de serpientes |
¿Cómo habían de repartirse el
mundo con una hermano más? ¿A que venía el desatino de su madre de embarazarse en
aquella hora cuando el mundo apenas tenía un frágil equilibrio? Urdieron entonces un plan para matar a su
madre con el hijo de Tonatiuh aún en el vientre y una noche se
dispusieron a hacerlo.
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Cenzoniznahua, los 400 hermanos surianos |
Sigilosos, se montaron sobre los
muros de los templos donde dormía su madre embarazada. Pero Quetzálcoatl
(otro de sus hermanos) los vió ocultarse entre las sombras y Tezcatlipoca
les jugó una de sus múltiples bromas haciendo que su madre se despertará
intranquila. Quetzálcoatl,
conocedor de los corazones de los hombres y los dioses, se acercó a su madre y
le habló a su hermano no nacido:
-Eah hermano que vienen a
acabar contigo antes de que veas el sol de este mundo-
Huitzilopóchtli saltó en el
vientre de su madre y desde allí le respondió:
-Nada ocurrirá conmigo porque
hemos de vivir. Madre nada has de temer.
Ponte en pie y huye. Vete a donde yo te diré que yo cuidaré de ti y de
mi. Huye que vienen mis hermanos a darnos muerte-
Y así, Coatlicue dió a
huir cada vez más al sur hasta que llegó el momento del parto. Allí, en Huitzitzilapán, en la tierra
de los colibríes. Donde desde Chicomostoc,
desde las Siete Cuevas se domina el campo regado por la Laguna enorme que daba
vida a los bosques y espesas selvas, Coatlicue, perseguida por sus
hijos, empezó a dar a luz.
No bien empezaron las molestias
del parto se escucharon los gritos y los pasos cercanos de Coyolxauqui y
Centzonuiznahua. Sudorosa y
jadeante quiso ponerse de pie pero desde el vientre le habló de nuevo Huitzilopochtli:
-Dejame nacer que yo haré cuenta
de mis hermanos. No temas de tu vida ni
de la mía que he de vivir. Dejame nacer
madre. -
Y nació Huitzilopochtli
justo al momento en que Centzonuiznahua estaba a la boca de la cueva
empuñando el matlatl de pedernales y pintado para la guerra. Pero Huitzilopochtli había nacido colibrí
y el asesino oyó solo su leve zumbido y vió brillar la Xiucoatl, la
serpiente de fuego que luego cegó su vida.
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Huitzilopchtli, el colibrí zurdo empuña a Xiucoatl, la serpiente de fuego |
Coyolxauqui, apenas subía
las laderas de la cueva y vió el cádaver de Centzonuiznahua. Llena de
pavor, trocó la ira en pánico y huyó a Coatepetl, el Cerro Grande las
Serpientes. Corría y volteaba de vez en
vez y disparaba dardos a Huitzilopochtli y tornaba a huir. Por fin llegó a lo alto de Coatepetl y
se sintió aliviada. Quizá Huitzilopochtli
la había perdido y con el tiempo la perdonaría.
Muerto Centzonuiznahua ya no había porque temer un desequilibrio
en el mundo porque Huitzilopochtli tomaría su lugar. Coatlicue era al fin su madre y la
perdonaría.
En esos pensamientos estaba cuando un leve
zumbido la hizo ponerse de pie asustada.
Ante ella un colibrí multicolor le amenazaba. Era Huitzilopochtli, el colibrí zurdo,
empuñando a Xiucoatl. Huitzilopochtli
tomó su atemorizante forma y de un golpe en el pecho empujó a su hermana y la
despeñó. Allá rodaba Coatlicue
colina abajo hasta quedar desmembrada completamente. Mientras caía sonaban los cascabeles que
adornaban su rostro. Y cayó por fin y las piernas y los brazos quedaron separados
de su tronco, las manos y los pies de sus brazos y piernas. Los ríos de su
sangre se mezclaban con el agua de los arroyos y ríos circundantes. Huitzilopchtli tomó la cabeza de su hermana
muerta y, aún con cascabeles, de un solo impulso, la arrojó a la luna.
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Coyolxauqui, la de los cascabeles en la cara, desmembrada |
Al amanecer siguiente, Huitzilopochtli,
el Colibrí Zurdo, se encaminó a la Laguna a lavarse la sangre de los hermanos
fallecidos. Sus músculos se reflejaban
en el Lago. Con cada costra de sangre
que se retiraba, dejaba ver más de su cuerpo desnudo y la Laguna quiso
aprisionar la imagen de Huitzilopochtli.
Así, viéndolo desnudo, se quedó enamorada de él y para no olvidarlo, aprisionó
sus colore y para que no se le escapara su recuerdo, se hizo piedra
transparente de colores, los colores del colibrí. Huitzilitécpatl,
la piedra del colibrí, se hizo la Laguna de su idilio con el recién nacido Huitzilopochtli
y la piedra en que se transformó la Laguna, nosotros la llamamos Ópalo.
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En Magdalena podemos encontrar al menos 15 especies diferentes de colibríes. Sus colores son similares a los del ópalo ambos consagrados al culto de Huitzilopochtli. |
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